Entendemos el rescate de la identidad cultural como una herramienta terapéutica.

La memoria viva del Territorio Sikuani, por el Mayor Oswaldo Salcedo

En este relato profundo y conmovedor, el Mayor Oswaldo Salcedo nos abre las puertas de la memoria del Territorio Sikuani. A través de sus recuerdos —los mitos, el Unuma, las enseñanzas de los mayores y la relación sagrada con la naturaleza— nos invita a comprender la riqueza cultural que hoy enfrenta grandes desafíos. Su voz, arraigada en la tierra y en la historia de su comunidad, es un llamado a preservar los saberes, los valores y la identidad que sostienen la vida del pueblo Sikuani.

11/15/20253 min read

Las voces que nacen del territorio tienen una fuerza que no se apaga. Son memoria viva, guía y raíz. En este blog, compartimos el testimonio de Oswaldo Salcedo, miembro del pueblo Sikuani en Cumaribo, Vichada, quien nos abre las puertas a su historia, a su infancia entre mitos, tejidos y aguas cristalinas, y a los cambios que hoy desafían la continuidad de su cultura.

Su relato no solo honra a los mayores que transmitieron saberes con amor y disciplina, sino que también nos recuerda la urgencia de proteger lo que está en riesgo: la identidad cultural, el respeto por la naturaleza y la armonía comunitaria que les ha sostenido por generaciones.

A través de su mirada, comprendemos por qué es necesario volver al origen, recuperar los espacios de aprendizaje comunitario y fortalecer el sentido de pertenencia entre niños y jóvenes.

Este blog es una invitación a escuchar, a sentir y a acompañar a quienes, como Oswaldo, trabajan por que su pueblo siga vivo en la memoria, en los tejidos, en los relatos y en la tierra que los vio nacer.

Testimonio de:

Oswaldo Salcedo – Pueblo Sikuani, Cumaribo VICHADA

Mi nombre es Oswaldo Salcedo, soy indígena del pueblo Sikuani, nacido y criado en nuestro territorio ancestral, ubicado en el municipio de Cumaribo. Nuestra comunidad está compuesta en su mayoría por familias que comparten lazos de hasta cuarto grado de consanguinidad. La organización comunitaria siempre ha sido fuerte, basada en la unión familiar y en los principios de respeto y trabajo colectivo.

Recuerdo mi infancia con mucho cariño. Estudié en la escuelita de la comunidad, que en ese entonces era muy bonita: con salones grandes y organizados, un buen patio y canchas para jugar. Todo era diferente. Se compartía más con los mayores, se vivían nuestras actividades tradicionales sin la interferencia de la tecnología, sin teléfonos.

Una de las prácticas que más recuerdo es el Unuma, nuestro trabajo comunitario, donde participaba toda la comunidad, incluso los niños. A través de estas actividades, los abuelos y mayores nos enseñaban lo necesario para la vida. Era una forma de educación viva, directa, transmitida con amor y sabiduría.

Uno de mis momentos favoritos era ir al caño a bañarme. Sentir esa agua cristalina, fresca y limpia era como renovar el cuerpo y el espíritu. Esa conexión con la naturaleza era profunda, casi sagrada.

La memoria viva.

Hoy todo ha cambiado. Muchos mayores ya no están. Se han ido a la eternidad o han salido del territorio por distintas razones. Ya no se cuentan los mitos ni las leyendas, y eso ha hecho que los jóvenes pierdan el Yaitana y el Uratane —el respeto y el temor sagrado hacia la naturaleza y la comunidad.

Las jovencitas ya no tejen, y los jóvenes no practican los oficios de antes. Se ha perdido mucho. Lo que más extraño es la armonía de antes, la alegría de permanecer en casa, de compartir con mis hermanos. Algunos se han ido, otros se han distanciado, y ver los recuerdos de quienes ya no están, duele profundamente.

Una de las escenas que guardo en el corazón es la de recoger las vacas al atardecer. Desde la loma más alta, les gritaba, y ellas solas se recogían, caminando en fila hacia el corral, los becerros detrás, cansados del día. Hoy, eso también ha cambiado.

A pesar de la tristeza, he decidido volver y trabajar por recuperar nuestros espacios, nuestros valores y saberes. Quiero que los niños y niñas crezcan con ese sentido de pertenencia y respeto. Que los mitos, las historias, los tejidos, las enseñanzas de los mayores, no se pierdan jamás.

Me gusta mucho viajar en moto por los caminos de nuestro territorio. Cada salida de casa es una experiencia única, donde el equilibrio entre cuerpo y mente se pone a prueba y se conecta con la vida misma.

Nawiata.

Hasta luego.